A la mayoría nos encanta escuchar música, no importa el género, pero poco pensamos en lo que ésta le hace a nuestro cerebro. Recientes estudios han demostrado que la melodía que tanto nos gusta activa algo más en la corteza cerebral más allá de la parte relacionada al sistema auditivo.
El neurólogo David Luna señala que “hay un tipo de música que genera gran actividad difusa en la corteza cerebral. Es decir, que no solo activa la zona del cerebro relacionada con el oído, sino también otras productoras de sensaciones placenteras”.
De ahí que disfrutemos tanto de nuestras canciones favoritas y nos sintamos más felices al escucharlas. Pero no todas las personas tienen ese privilegio, el neurólogo explica que hay una enfermedad llamada “amusia” que no permite a quien la padece percibir la belleza de la música ni disfrutar de ella. «Es algo curioso pero es un defecto neurológico. Es algo muy profundo”, afirma Luna.
Robert Zatorre, cofundador del laboratorio de investigación Brain, Music and Sound (BRAMS) en Canadá y uno de los expertos más reconocidos en todo lo relacionado a cómo el cerebro procesa la música y produce emociones, nos explica que las melodías activan nuestro sistema de recompensa. “En uno de los experimentos que llevamos a cabo en mi laboratorio, descubrimos que cuando una persona siente escalofríos o piel de gallina al escuchar un trozo musical, las zonas del cerebro que se excitan son parecidas a las que están asociadas a lo que los psicólogos llaman el sistema de recompensa. O sea, ciertos núcleos que también están involucrados en otras sensaciones apacibles, como ser la comida y el sexo. Detectar eso fue bastante sorprendente, pero aún no sabemos por qué se producen estos fenómenos, precisamente”, asegura Zatorre.
Siempre han dicho que escuchar música clásica nos hace más inteligentes y Zatorre explica por qué. “Algunas investigaciones confirmaron que escuchar música de Mozart, por ejemplo, mejora el razonamiento espacial, y que este efecto puede aumentar si la prueba se repite durante varios días. No obstante, el efecto puede no ocurrir con alguna música que carece de suficiente complejidad”.
El investigador nacido en Buenos Aires, Argentina, piensa que esto ocurre porque la música se basa en biorritmos que existen en el propio cuerpo, como el corazón, o en algunos sonidos que escuchaban los seres humanos primitivos y luego los volvieron música, al inicio solo ritmo y luego este acompañado de melodías armoniosas.
Interesante ¿no?
H/T – LaRepublica.net