El halo galáctico que rodea la Vía Láctea está compuesto principalmente de los restos procedentes de su colisión, hace 10.000 millones de años, con una galaxia de un tamaño equivalente a 600 millones de veces el Sol.
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Los astrónomos intentan comprender desde hace tiempo si la Vía Láctea se formó a base de varias colisiones con «pequeñas» galaxias o si creció tras un único gran impacto.
Para desenmarañar las diferentes teorías existentes sobre esta cuestión, los astrónomos analizaron los datos recopilados por el telescopio espacial europeo Gaia, puesto en órbita por la Agencia Espacial Europea en 2013.
El satélite cartografió en 3D casi 1.700 millones de estrellas de nuestra galaxia, y logró determinar la distancia a la Tierra y la velocidad de gran parte de ellas.
«No esperábamos que la mayoría de estrellas que componen el halo tuvieran un origen común», explicó a la AFP Amina Helmi, coautora del estudio, publicado el miércoles en la revista Nature. Y sin embargo, «forman un grupo bastante homogéneo».
Además, «su composición química era claramente diferente de la de las estrellas ‘de origen’ de la Vía Láctea», añadió.
Los investigadores pudieron reconstruir en tres dimensiones la llegada de estas estrellas a lo largo del tiempo. «El visionado de estos videos al revés permite a los astrónomos estudiar cómo se formó nuestra galaxia y cómo evolucionó», explicó Kim Venn, astrónomo de la Universidad de Victoria en Canadá, en un comentario publicado con el estudio.
Amina Helmi y sus compañeros pudieron establecer así que el choque con la galaxia se produjo hace 10.000 millones de años, unos 3.800 millones de años después del Big Bang.
El equipo decidió llamar a esta galaxia Gaia-Enceladus, en referencia al telescopio Gaia y a un gigante de la mitología griega, Encélado.
H/T – Panorama