¡Enhorabuena! Un nuevo envase de plástico que no contamina se encuentra en marcha, luego de que TheCircularLab de Ecoembes, en conjunto con el centro tecnológico de AINIA, elaborara un nuevo bioplástico en solo seis meses, aunque falta que pase las pruebas para ver que el contacto con alimentos es seguro.
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El plástico es un problema grave en la actualidad. Los océanos se están llenando de los desechos de este material y ya no solo afecta a los mares sino que las montañas de plástico salpican diversos paisajes. El uso de envases de plástico debe terminar, pero ¿tenemos una alternativa real para ellos?
La respuesta es que sí. Un proyecto realizado en tan solo seis meses en TheCircularLab de Ecoembes, situado en Logroño (La Rioja), ha dado con una forma de pasar de tener desechos orgánicos, es decir, materias primas vegetales que ya no se utilizan, a un envase de plástico que se puede biodegradar y compostar en las condiciones adecuadas. Este nuevo plástico se ha realizado en colaboración con el centro tecnológico AINIA.
Hay tres tipos de bioplásticos: biobasados, biodegradables y bio-bio. En el primer caso, se trata de plásticos realizados con con materias primas a partir de residuos vegetales, como mondas de patatas, en vez de petróleo. En el caso de los plásticos biodegradables, se trata de envases realizados con petróleo, pero que se pueden degradar con el tiempo. Mientras que los bio-bio, como el almidón, el ácido poliláctico (PLA) o el polihidroxialcanoato (PHA), tienen lo mejor de los dos mundos: se hacen con desechos vegetales y se pueden descomponer sin contaminar.
Este nuevo plástico no solo es bio-bio sino que, además, «en las condiciones adecuadas», tal y como señaló ayer Javier García, especialista en Innovación en Ecoembes, se puede compostar. Esto significa que con una determinada presión, temperatura y en el lugar adecuado se puede convertir en abono para el suelo «y cerrar el ciclo». El objetivo desde que se abrió TheCircularLab, según explicó este jueves Zacarías Torbado, coordinador del centro, era hacer un envase que partiera de la naturaleza y volviera a ella.
El proceso de tratamiento es complejo, pero ya se han elaborado envases de muestra. El proyecto proceso se ha desarrollado «en seis meses», han señalado en varias ocasiones los investigadores, cuando lo normal es que se tarde alrededor de dos años. En este proceso lo primero que se hace es triturar los materiales, que son desechos vegetales como la piel de las patatas o frutas y verduras que ya no se pueden vender en mercados porque han empezado la fase de descomposición. La idea de hacerlo con materias primas vegetales es para evitar la posibilidad de que los agricultores tuvieran que elegir entre dedicar sus cultivos a la alimentación o a realizar estos envases.
Con la papilla resultante tras la trituración, se produce una hidrólisis enzimática que da como resultado un jarabe de glucosa. Las sobras tras este proceso también se pueden compostar y además de abono, se produciría biogas, por lo que no se desaprovecha nada en el proceso, según explicaron desde el centro de tecnología AINIA.
La glucosa se enriquece con «nutrientes y nitrógeno» y se utiliza para alimentar unas bacterias que, al comer, acumulan de forma natural PHA, «para épocas en las que no tengan alimento», es decir, sería como la grasa que acumulamos los humanos para momentos de escasez de comida. Tras esto, se extrae el biopolímero y se hacen pellets.
Los materiales utilizados, incluidos los microorganismos, están catalogados como aptos para el «contacto alimentario», señaló García. Esto, si todo va bien, hará que el envase pase todas las pruebas legales que le abrirá las puertas a ser un envase para alimentos. La parte legal es la que más durará, por lo que los expertos calculan que hasta dentro de «cinco años» no podremos ver bebidas y comida con este envoltorio bio-bio.
A pesar de que el bioplástico que se genera es compostable y biodegradable, incluso en entorno marino, esto no significa que se pueda dejar tirado en cualquier sitio. «No hay que confundir biodegradable con que se pueda lanzar y abandonarlo en la naturaleza. Hay que gestionar el envase adecuadamente», matizó García durante la explicación realizada en las instalaciones de TheCircularLab. Este envase, una vez se ponga en el mercado, deberá llevarse al contenedor marrón, que todavía no se ha puesto en todos los municipios españoles. No obstante, desde Ecoembes señalan que en «cuatro o cinco años» ya veremos en más lugares este depósito.
H/T – Hipertextual