La cueva maya más importante en los últimos 60 años ha sido abierta y ahora los científicos tratan de determinar la antigüedad de los restos encontrados en la caverna.

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Un equipo de arqueólogos mexicano-estadounidense, parte del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), investigó por primera vez Balamkú, un cenote situado a tres kilómetros del magnífico templo de Kukulcán, en Chichén Itzá (Yucatán, México). Un informe sobre la exploración fue publicado en el último número de la revista Arqueología Mexicana, dedicado al cosmos y al Gran Acuífero.

Los cenotes son unas cavernas cársticas típicas de la península de Yucatán que se abren hasta corrientes de agua subterráneas y desembocan en el mar, y eran veneradas como objetos sagrados por los mayas.

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La cueva de Balamkú fue descubierta en 1966 por campesinos locales, pero el arqueólogo que la estudió, Víctor Segovia Pinto, hizo solo un reconocimiento superficial e inmediatamente cerró la entrada al cenote. Esto permitió que se conservara intacta hasta 2018, cuando los integrantes del GAM pudieron reabrir y estudiar este tesoro arqueológico.

Después de hacer un reconocimiento del cenote se hizo evidente que se trataba del «más importante descubrimiento arqueológico en cuevas mayas desde el de Balamkanché», una caverna muy rica en material arqueológico explorada en 1959 por José Humberto Gómez.

Balamkú es muy abundante en depósitos de  carácter ritual. Así, por ejemplo, contiene 155 incensarios largos, del doble que Balamkanché. Entre otros elementos en la cueva se han encontrado reproducciones en miniatura de metates (piedras para moler) y malacates (una pieza de barro que servía como contrapeso en los husos de hilar), importantes objetos del culto maya.

Sin embargo, «lo más sorprendente», y lo más importante, según el informe, es el estado de conservación de los objetos hallados en Balamkú. Hoy en día el material biológico procedente de la cueva puede ser estudiado a través de varios métodos que no existían o casi no se utilizaban hace 60 años, como por ejemplo la paleobotánica.

Ahora la cuestión más fundamental es la datación de los restos encontrados en la caverna.

«El encuentro con estos elementos en tales condiciones constituye una revelación», dicen los arqueólogos; «aunque muchos de los incensarios de Balamkanché contenían gran cantidad de material incinerado, se analizó solamente uno con radiocarbono… La nueva oportunidad de obtener material susceptible de ser fechado es única».

La investigación está lejos aún de haber terminado. Los miembros del GAM retirarán las capas más bajas de piedra que bloquean parte del pasaje. Además, harán un reconocimiento del área circundante y documentarán los distintos tipos de restos arqueológicos. «No podemos entender las cuevas de la zona (…) sin entender el contexto que les rodea», afirman los arqueólogos.

 H/T – Actualidad