Se le creía enterrado como la cinta VHS o la cabina telefónica, pero el cassette de audio vuelve a fabricarse de nuevo en Francia de la mano de una empresa que la exporta a una treintena de países.
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Desde 2017, varios profesionales llamaron a la puerta de esta pequeña empresa situada cerca del turístico Monte San Michel (noroeste), especializada en la fabricación de bandas magnéticas. El motivo: frente al auge del CD y del streaming, las reservas mundiales de banda para el casete disminuyen, pero aún quedan fans de las caras A y B.
“Nos dimos cuenta de que estaba pasando algo que no habíamos visto venir”, admite Jean-Luc Renou, presidente de Mulann, empresa con un volumen de negocios de unos 5 millones de euros.
Especializada en vender bandas magnéticas para los billetes de metro y los peajes, así como bandas audio para los estudios de grabación y la industria militar, esta empresa de unos 40 empleados decidió aprovechar la oportunidad: dedicó cinco personas al desarrollo de bandas para casete y en noviembre empezó a comercializarlas, unos 20 años después de que el producto dejara de producirse en Francia.
“Partimos de una fórmula química que ya teníamos para la banda audio de gama alta. Tuvimos que resolver algunos problemas técnicos y de corte”, según Renou, que subraya que el grado de precisión se mide en micras.
En medio de las máquinas y de un olor a disolvente, Laurent, “operador de corte” según su término exacto, verifica minuciosamente la calidad de las bandas. “¡En un casete de 60 minutos, se ponen 89 metros!”, explica.
Los casetes, con un diseño vintage naranja y negro, son vendidos a 3,49 euros la unidad. Se producen miles al mes, mientras que las bandas de audio se exportan a profesionales de sonido que registran el álbum para una discográfica.
La empresa exporta 95% de sus casetes hacia países como Estados Unidos, Reino Unido o Alemania pero también Malta, Suecia, Israel y Uzbekistán, explica Théo Gardin, su director comercial, de 27 años, que confía divertido que él nunca conoció los inconvenientes del ‘walkman’, cuando la banda se enreda y hay que rebobinar con un bolígrafo.
Para explicar este renacimiento, Ronan Gallou, su director general, cree en la necesidad de “poseer objetos” en una época donde “todo se desmaterializa”.
“Cuando uno escucha música en Spotify o Deezer, lo habitual no es escuchar una canción entera, se pasa fácilmente a otra. Con un casete, se escucha el conjunto del álbum”, defiende Gallou, subrayando que recientemente salió al mercado el casete de la banda sonora de “Bohemian Rhapsody”, sobre la vida de Freddie Mercury.
Para Jean-Luc Renou, sigue existiendo un pequeño lugar para el sonido analógico en el universo de la música. “Pongamos por ejemplo la calefacción: tenemos radiadores en casa, es cómodo, eso es lo digital. Pero también podemos hacer un buen fuego en la chimenea, es algo placentero, eso es el casete o el vinilo”, asegura.
En un gran almacén dedicado al ocio de la ciudad de Rennes (noroeste), no se aprecia ningún casete. “Hemos tenido algunas ventas, pero las demandas son rarísimas, no tiene nada que ver con el fenómeno del vinilo”, reconoce un vendedor que prefiere no dar su nombre.
H/T – Lacalle