Aunque los instintos asesinos de los gatos no son ningún secreto, un grupo de científicos australianos alerta del daño que infligen en la fauna local.
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Los gatos pueden ser nuestros mejores compañeros y los miembros más adorables y tiernos de nuestro hogar, aunque en ocasiones pasan de la ternura a los ataques gratuitos, mordiendo inesperadamente los pies de sus dueños en una suerte de brote psicótico felino, o suelen ‘asesinarnos’ con una larga y gélida mirada fija.
Ahora, un equipo de científicos australianos ha analizado el comportamiento de estas mascotas y ha concluido que los gatos domésticos no solo lo parecen, sino que son unas verdaderas máquinas de matar.
El estudio, publicado en la revista Wildlife Research, ha determinado que estos felinos pueden matar a hasta 186 reptiles, pájaros y mamíferos al año, casi una cuarta parte de las presas anuales de un gato salvaje, que termina con la vida de unos 748 animales.
En Australia, donde hay más gatos domésticos que salvajes —3,77 millones frente a 2,8 millones en los últimos años— los instintos depredadores de estas mascotas conllevan serios impactos sobre la fauna local, advierten los investigadores. Los felinos caseros matan hasta 50 veces más animales por kilómetro cuadrado en las zonas residenciales del país que los gatos salvajes fuera de las ciudades.
Esto se debe a que en Australia la mayoría de los gatos salen de sus casas. Se estima que un mínimo 2,1 millones de ellos campan y depredan a sus anchas.
Según seis diferentes estudios analizados por los investigadores, el 71,1 % de los gatos domésticos australianos salen más allá de sus patios y un 78,4 % de los que salen de paseo vuelven a casa con un trofeo. Los científicos indican que estas cifras son con toda probabilidad una subestimación de la situación real, ya que muchos de los gatos matan a sus presas sin luego recoger sus restos.
Para proteger a la fauna local, los investigadores australianos aconsejan «alentar el confinamiento de los gatos domésticos en las propiedades de sus dueños en todo momento», recordando que cuando gozan de total libertad, los felinos corren también el peligro de sufrir atropellos, ser envenenados y verse envueltos en peleas callejeras.
H/T – Actualidad