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El radiotelescopio ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) ha permitido observar desde Chile las emanaciones de un gas tóxico de origen volcánico en la atmósfera de Ío, una de las lunas de Júpiter.

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Este cuerpo celeste se considera la luna con mayor actividad volcánica del sistema solar, pero esta es la primera vez tras años de observaciones que se detectan en ella plumas de dióxido de azufre.

Estos gases de azufre, una vez congelados y condensados en la superficie, tiñen a Ío de color amarillo, naranja y rojo. Se sabe también a ciencia cierta que esta luna tiene cerca de 400 volcanes activos, que son apreciables en infrarrojo. Sin embargo, se desconoce «qué proceso impulsa la dinámica en la atmósfera de Ío», según admitió el astrónomo Imke de Pater, de la Universidad de California en Berkeley (EE.UU.), en un comunicado.

Teniendo en cuenta que la emisión de gases volcánicos en esa luna es constante, su atmósfera es sorprendentemente fina. Eso puede deberse al escape atmosférico hacia el planeta gigante bajo el impacto de su gravitación y su enorme campo magnético.

Los investigadores citan también otra razón por la cual el dióxido de azufre no se mantiene en el ‘aire’, y es que en la oscuridad, especialmente cuando Ío queda bajo la sombra de su planeta, las temperaturas caen por debajo del punto de congelación de este compuesto.

Solo a la luz del día el dióxido de azufre se deshiela y vuelve a evaporarse a la atmósfera, que en 10 minutos queda llena del gas. Durante los eclipses solares o durante la noche, el vulcanismo sigue siendo una fuente del dióxido de azufre gaseoso, la única durante estos periodos, según explicó la investigadora de la Universidad de Columbia (Nueva York) Statia Luszcz-Cook. «De esa forma —dijo—, podemos ver exactamente qué proporción de la atmósfera se ve afectada por la actividad volcánica».

La alta capacidad de resolución del ALMA ha permitido observar las columnas de gas que se emanan sobre la superficie en la oscuridad y bajo la luz del Sol, así como calcular que los volcanes producen entre el 30 % y el 50 % de la atmósfera de Ío. A partir de este estudio «se aprende no solo sobre sus volcanes, sino también sobre su interior y los procesos de calentamiento gravitacional», señala Luszcz-Cook.

H/T – RT