Se encuentra en la Isla Campbell, al sur de Nueva Zelanda, y se le conoce como el árbol más solitario del mundo. Tanto así que el siguiente árbol más cercano está a 200 km, en las islas Auckland. Pero lo importante es que este gigante de más de 100 años se ha convertido en la clave para reescribir la historia de la humanidad.
Se trata de un árbol pícea de Sitka (Picea sitchensis), una especie proveniente de la remota Alaska y la tercera variedad de conífera más grande del planeta. Alguien lo plantó en 1901 en esa remota isla y desde entonces no ha parado de crecer a un ritmo aproximado de un centímetro al año.
Pero te preguntarás qué tiene que ver un árbol con los libros de historia… La respuesta está en sus anillos.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Londres se dio a la tarea de analizar la composición química y de radioisótopos de los anillos de este solitario árbol (practicando una pequeña incisión inofensiva para la planta). Al hacerlo, descubrieron que la pícea de Isla Campbell es el clavo dorado que estaban buscando para delimitar de una vez por todas cuándo comenzó, en términos geológicos, la era del hombre o antropoceno.
¿Qué es un clavo dorado en geología?
El geólogo Oscar Ercilla lo explica así en su blog: Los clavos dorados, o golden spike, son reconocimientos que otorga la Comisión internacional de Geología. El origen de estos clavos dorados se remonta al ferrocarril, en concreto a la construcción de las grandes líneas férreas que unen la costa este con la costa oeste de EEUU. El calvo dorado, o perno, constituía el último en colocarse en estas líneas y era el corte de cinta para las líneas más importantes del país.
El que un lugar en el mundo posea un clavo dorado se debe a que ese sitio tiene unas condiciones geológicas especiales. Se trata, en definitiva del reconocimiento a una muestra única que permite determinar sin posibilidad de duda el cambio entre una era y otra. El clavo dorado del Holoceno, por ejemplo, es una muestra perforada en el hielo de la Antártida que permitió analizar los cambios en la atmósfera terrestre. El clavo dorado del Cretácico-Paleogeno es una roca hallada en Túnez que contiene trazas de Iridio como resultado del impacto del meteorito que mató a los dinosaurios. Hay 64 de estos clavos repartidos por el mundo.
Definir el momento exacto en el que los seres humanos comenzamos a dejar una huella en nuestro planeta a escala global no es algo que pueda elegirse arbitrariamente. Los geólogos necesitan datos consistentes que demuestren en qué momento el ser humano comenzó a definir el planeta en el que vivimos.
El árbol de Isla Campbell, no solamente es el más remoto del mundo, en sus anillos hay trazas de cada una de las pruebas nucleares que el hombre ha realizado en el planeta pese a que estas estaban muy lejos.
Dichas trazas aparecen por primera vez en 1963, el año en el que se prohibió en todo el planeta la realización de pruebas nucleares atmosféricas. Por ende, la fecha marca el clavo dorado del antropoceno, el momento en el que el ser humano comenzó a cambiar el planeta a escala global.
La prueba acaba de publicarse y la Comisión internacional de Geología comienza a considerarla como la candidata perfecta a clavo dorado del antropoceno. Es la muestra que por fin permitirá incluir esta era con nombres y apellidos en la escala cronostatigráfica internacional.
Lo cierto es que el mapa de las eras del planeta tiene una nueva capa, y todo gracias a un árbol solitario en una isla del Pacífico.
H/T – Gizmodo