Esperan encontrar en el bosque hundido compuestos con propiedades concretas en organismos que se mantuvieron aislados bajo el lecho marino durante milenios.
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La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. ha programado para agosto-diciembre de este año una expedición a las costas del golfo de México, donde científicos descubrieron el año pasado un depósito de vida activa que se remonta a otra era geológica. Su objetivo es obtener de los restos de un antiguo bosque algunas sustancias que se podrían utilizar como fármacos o enzimas industriales.
En diciembre pasado un grupo de buzos extrajo de un lugar próximo a las costas de Alabama varias muestras de madera de 60.000 años de antigüedad abundante en unos moluscos bivalvos llamados bromas y también en bacterias. La singularidad y el aislamiento de su hábitat se debe a que viven en lo que fue un bosque de cipreses, convertido en un cementerio de árboles bajo el agua a medida que el nivel del mar fue aumentando.
Los troncos estaban sumergidos y enterrados bajo una profunda capa de arena y sedimentos, donde permanecieron decenas de miles de años. Todo ese tiempo sirvieron de alimento a una multitud de organismos primitivos que para subsistir establecieron estrechas relaciones simbióticas. Los investigadores estiman que ahora ese ambiente es propicio para el «descubrimiento de microbios y moléculas inusuales».
Dos días de trabajo de campo se transformaron en meses de análisis de laboratorio que permitieron extraer de la madera más de 300 animales, que fueron fotografiados e identificados, así como un centenar de cepas bacterianas. Los científicos han secuenciado el ADN de una docena de estos microorganismos y están utilizando otros especímenes para el cultivo experimental.
El porqué de esta búsqueda radica en la labor previa de los farmacólogos, que encontraron al menos un antibiótico (todavía no introducido en la práctica medicinal) precisamente en las bacterias que coexisten con las bromas. Los investigadores relacionan el potencial de ese compuesto con el tratamiento de infecciones parasitarias, y aseguran que en general los compuestos farmacológicos producidos por los microbios simbióticos son menos propensos a volverse tóxicos para los pacientes (sean animales o humanos) que las «bacterias de vida libre», ya que estas moléculas «han sido previamente ‘seleccionadas’ por sus huéspedes animales».
Además, el hecho de que estos hipotéticos fármacos procedan del fondo del mar significa que podrían producirse a temperaturas más bajas y en condiciones menos estrictas que las que implica el proceso industrial actual. Esta ventaja permitiría ahorrar en los costos de fabricación en serie. Lo mismo podría ser cierto para las enzimas que ayudan a los moluscos a degradar la madera, y que los científicos también tienen la intención de encontrar.
H/T – Actualidad