Investigadores aseguran tener pruebas directas de cómo es el centro del planeta Tierra gracias a las vibraciones de los terremotos, confirmando que es sólido y blando como el oro.
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A 3.000 kilómetros de profundidad bajo nuestros pies, se esconde una bola de hierro y níquel algo más grande que Plutón que dista mucho de parecerse al centro de la Tierra imaginado por Julio Verne. Es el núcleo de nuestro planeta, inaccesible al menos por el momento, donde las temperaturas podrían alcanzar los 6.000ºC. Este infierno garantiza, gracias a la generación de un escudo magnético global, que en la superficie no acabemos todos fritos por la radiación espacial. Los científicos saben desde hace décadas que el núcleo es sólido, pero hasta ahora no han existido pruebas directas que lo confirmen. Ahora, investigadores de la Universidad Nacional de Australia (ANU) aseguran tenerlas.
El equipo detectó en el núcleo interno ondas de corte, o «ondas J», un tipo de onda que solo puede viajar a través de objetos sólidos. «Descubrimos que el núcleo interno es realmente sólido, pero también más blando de lo que se pensaba anteriormente», señala Hrvoje Tkalčić, coautor del estudio. Si sus resultados, publicados en la revista «Science», son correctos, el corazón terrestre comparte algunas propiedades elásticas con el oro y el platino.
Las ondas de corte del núcleo terrestre son tan pequeñas y débiles que no se pueden observar directamente. De hecho, detectarlas ha sido considerado el «Santo Grial» de la sismología global desde que los científicos predijeron por primera vez que el núcleo interno era sólido en los años 1930 y 40.
Así que los investigadores tuvieron que idear un enfoque creativo. Utilizando una red global de estaciones de sismografía, analizaron las similitudes entre las señales de dos receptores distintos después de grandes terremotos. «Hemos desechado las primeras tres horas del sismograma y observamos entre tres y diez horas después de que ocurra un gran terremoto. Queríamos deshacernos de las grandes señales», dice Tkalčic.
Con todos esos datos de miles de pares de receptores, pudieron reconstruir una especie de huella digital del planeta que demuestra la existencia de «ondas J» e inferir su velocidad en el núcleo interno.
Tkalčić cree que el núcleo terrestre, «es como una cápsula del tiempo. Si lo entendemos, entenderemos cómo se formó el planeta y cómo evoluciona», dice. A su juicio, la técnica empleada puede ayudar a desentrañar otros misterios del centro terrestre: «Por ejemplo, aún no sabemos cuál es la temperatura exacta, su edad exacta o la rapidez con la que se solidifica, pero con estos nuevos avances en sismología global, estamos llegando poco a poco», indica. Otro de los misterios es su auténtica composición. El pasado año, científicos japoneses señalaban que a los conocidos hierro (85% de la masa) níquel (10%) podría unirse un tercer elemento, el silicio.
Como explica el investigador, «la comprensión del núcleo de la Tierra tiene consecuencias directas para la generación y el mantenimiento del campo geomagnético, y sin ese campo geomagnético no habría vida en la superficie de la Tierra».
H/T – ABC