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Se trata de un descubrimiento de impacto mundial, pues se trata de una nueva especie del Cretácico que habitó las tierras al sur del país nunca antes descrita por la ciencia. La investigación fue liderada en su totalidad por un equipo de chilenos y su publicación en la reconocida revista científica Nature, ratifica a la paleontología local como la «la era dorada de la paleontología chilena”.

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La alerta la dieron investigadores de la Universidad de Texas, que se encontraban en el lugar del hallazgo realizando otros estudios. Vieron un extraño fósil incrustado en un bloque de roca, que les pareció, podían ser restos de un dinosaurio.

Fue así como un grupo de paleontólogos dirigidos por Alexander Vargas se trasladó al Valle de las Chinas, una inhóspita zona de la Región de Magallanes, cercana al parque nacional de las Torres del Paine, que almacena uno de los registros fósiles más grandes de Chile de los últimos 20 millones de años de la era de los dinosaurios.

La excursión no estuvo exenta de dificultades, debido al pésimo clima de esos días y un gran frío, que incluso terminó con un esguinzado y otra persona con una costilla rota. Pero el esfuerzo valió la pena: el grupo de científicos finalmente consiguió bajar la piedra y trasladar el fósil al laboratorio.

Fue así como en el proceso de preparación (el trabajo que consiste en extraer los huesos intactos de la roca que los contiene), que se llevó a cabo en el Laboratorio de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile, y que tomó aproximadamente un año y medio, el nuevo animal comenzó a ver la luz. ¿Lo extraño? No se parecía a ningún dinosaurio conocido hasta la fecha.

La extraordinaria preservación del fósil, que después de 74 millones de años logró conservar el 80% de su estructura, mostró que no estaban ante cualquier dinosaurio.

Esta increíble preservación se logró gracias a un rápido entierro, es decir, que “primero se enterró de la cintura para abajo y la parte de arriba quedó afuera, se pudrió, se desparramó y después se enterró esa parte también”, explica Alexander Vargas, paleontólogo de la U. de Chile y uno de los autores principales de la investigación.

“Estábamos felices con cualquier dinosaurio”, dice Vargas, pero al ver las rarezas que tenía el fósil, en especial su cola, notaron que estaban ante un gran descubrimiento. “Cuando vimos la cola dijimos que no podía ser un Ornitópodo, es una locura. Tiene estas placas gigantes de hueso dérmico y eso solo lo tienen los dinosaurios acorazados”, pero como ninguno antes visto.

Al comienzo pensaron que era un estegosaurio, porque tenía la cadera igual. “Si hubiéramos encontrado solo la cadera, estaríamos publicando que encontramos el primer estegosaurios del periodo cretácico” dice Vargas. Pero le faltaban muchas características que normalmente se espera tenga esta especia. Fue así que gracias al cráneo y a la cola, pudieron identificarlo como un anquilosaurio. “Se parece más a grupos más a los antiguos dinosaurios acorazados, una forma transicional entre dinosaurios acorazados más antiguos y unos anquilosaurios. Es un eslabón evolutivo”, describe uno de los paleontólogos principales de la investigación.

Así fue que gracias a la rareza de la cola de esta especie, que poseía siete pares de huesos dérmicos proyectados lateralmente que le daban un aspecto similar a una fronda de helecho o a un macuahuitl -el temido garrote de guerra utilizado por los antiguos aztecas- permitió identificarlo claramente como un nuevo tipo de dinosaurio acorazado, al que bautizaron como Stegouros elengassen.

El nombre que proviene de Stegouros, que se traduce como “cola techada”; mientras que elengassen es el nombre de un mítico monstruo acorazado en la tradición del pueblo nativo local Aonik’enk, conocidos también como patagones o tehuelches del sur.

El descubrimiento será publicado en la portada de la reconocida revista científica Nature, y fue realizadon en un trabajo en conjunto con el Instituto Antártico Chileno (INACH), el Museo Nacional de Historia Natural de Chile y la U. de Chile.

Una nueva especie de anquilosaurios

La nueva especie fue identificada como Stegouros, pero tenía características asociadas tanto a los estegosaurios como a los anquilosaurios, como si se tratara de una singular especie híbrida.

Este nuevo dinosaurio pertenece a un grupo mucho más grande que una “familia de especies”. Una de las principales divisiones de los dinosaurios herbívoros, se separa en la evolución de estos, de donde salen dos grupos principales que son: los acorazados y todos los demás.

Por lo tanto, Stegouros “pertenece a ese grupo grande y dentro de ese grupo hay un subgrupo que son el de los anquilosaurios y estegosaurios que son acorazados de pata ancha. El Stegosaurio es el que tiene las plaquitas y la cola con púas, famoso. Y los anquilosaurios tienen apariencia un poco de tortuga o armadillo, muy acorazados y algunos de ellos con un garrote redondo al final de la cola. Entonces este es más cercano a esos, es un anquilosaurio pero uno muy muy raro”, explica Vargas.

Los anquilosaurios fueron animales que se caracterizaron, entre otras cosas, por ser cuadrúpedos, herbívoros, y por sobre todo por tener su cuerpo cubierto por una serie placas óseas. “Se dice que son los ‘blindados’ de la era de los dinosaurios”, señala David Rubilar, jefe del Área Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural de Chile, quien también participó de la investigación. De hecho, comenta que algunos de ellos desarrollaron un mazo en la cola formado por un hueso.

“Este tipo de dinosaurios aparecieron en el periodo Jurásico y prosperaron en el siguiente, el Cretácico. Sin embargo, en lo que concierne a su registro fósil, tanto en número de especies como la preservación de estos, los anquilosaurios son bien conocidos en el hemisferio norte, no así el hemisferio sur” agrega Rubilar.

Lo que le entrega un gran valor a la investigación, sólo debido al hecho de “que es la primera vez que podemos saber cómo era realmente un anquilosaurio sudamericano y la sorpresa es que no son como los del norte, porque se había pensado que habían llegado del norte, migrando hasta Sudamérica y no, esa historia es falsa”, señala el paleontólogo de la U. de Chile.

H/T – Latercera