El virus de la rabia, que se cobra unas 59.000 vidas humanas al año, es usado por los neurocientíficos para trazar un mapa de las conexiones o sinapsis que ponen en comunicación las células nerviosas, esto debido a su modo de invadir el cerebro –de neurona a neurona y entre las distintas partes de estas–.
En oportunidades, los investigadores insertan una proteína fluorescente en el agente patógeno para que su rastro sea luminoso. El problema reside precisamente en eso: en que es un agente patógeno y deteriora rápidamente las neuronas de los animales de laboratorio. Es por eso que los experimentos sólo pueden durar unas dos semanas en promedio.
Para solucionar esta limitación los investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro crearon recientemente una versión “inofensiva” del virus de la rabia: una vez que infecta la célula nerviosa no se reproduce, lo que le permite liberar su carga genética –convenientemente preparada por los científicos– sin los efectos dañinos habituales.
“Antes, los virus se replicaban a lo loco en las neuronas infectadas, lo que no era precisamente bueno para ellas. Sin embargo, con los microorganismos virales de segunda generación, las células tienen un aspecto normal y se comportan normalmente al menos cuatro meses, como hemos tenido la oportunidad de comprobar. Y quizá durante toda la vida del animal estudiado”, explica Ian Wickersham, del Instituto McGovern para el Estudio del Cerebro del MIT y uno de los principales responsables del estudio publicado en la revista Nature Neuroscience.
Se trata de un avance que representa la culminación de un trabajo que empezó el propio Wickersham en 2007, cuando al borrar uno de los cinco genes del virus consiguieron que este solamente se extendiera a neuronas directamente conectadas con la célula infectada y rastrear así el cableado cerebral.
Con la nueva técnica los científicos también podían manipular grupos de neuronas gracias a la optogenética, es decir, mediante la inserción de genes en las células que codifican proteínas sensibles a la luz. Así pueden encender o apagar grupos enteros de ellas y averiguar qué función desempeñan.
Wickersham y sus colegas lograron desactivar el gen viral responsable de la enzima polimerasa, imprescindible para que se transcriba el ADN del microorganismo. Eso le quita su habilidad de arrasar las neuronas, aunque tiene efectos colaterales no deseados: el virus de la rabia también pierde fuelle para expresar los genes que les introducen los científicos, como los que generan las proteínas fotosensibles necesarias para las antes citadas técnicas optogenéticas.
H/T – MuyInteresante