Científicos muestran que las películas de microbios en la superficie de la lengua tienen una organización compleja y altamente estructurada.
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Un grupo de fisiólogos y biólogos estadounidenses estudió y fotografió cómo se organizan los microbios en la boca humana —concretamente sobre la lengua— y cuál es su relación entre sí y con las células anfitrionas.
Su artículo publicado este 24 de marzo en la revista Cell Reports destaca 17 géneros bacterianos más abundantes y prevalentes, que fueron detectados en más del 80 % de los individuos. Puestos juntos, sobre una sola célula del epitelio bucal representan una organización «altamente estructurada», que los autores tildan de «consorcio».
Al igual que las comunidades humanas del pasado se organizaban en torno a algún río, área por área y con distintos propósitos y actividades, estos unicelulares representan un cuadro similar en miniatura, aprovechando su acceso a una célula epitelial para agruparse y establecer sus ‘hogares’.
El autor principal del estudio, Gary Borisy, de la Universidad de Harvard, sostuvo que las bacterias están lejos de amontonarse de forma aleatoria. «Se parecen más a un órgano de nuestro cuerpo», recoge un comunicado del Laboratorio de Biología Marina, con sede en Chicago.
Los dos grandes grupos de bacterias que se aprecian en las imágenes del estudio desempeñan una de las misiones que podemos atribuir a ese órgano: la conversión de nitratos, que se encuentran comúnmente en verduras y otros alimentos humanos, en nitritos. Son los Actinomyces (rojos) y la Veillonella (magenta), que se encuentran tanto en el tracto digestivo, como en el respiratorio, donde pueden volverse patógenos.
Convertir nitratos en nitritos es un paso clave para crear posteriormente el óxido nítrico compuesto, que sirve para dilatar los vasos sanguíneos y controlar mejor la presión arterial.
Actúan juntos de modo diferente
Los redondeados estreptococos (verde) necesitan mucho oxígeno y merodean por las afueras de la «comunidad microbiana», donde tienen una mayor exposición al aire. Mientras tanto, los mencionados Actinomyces, con forma de bastones, evitan este extremo y tienden a ubicarse más al fondo. Otros, como la numerosa Rothia (azul verdoso), prefieren contactar menos con el aire.
A juicio del equipo investigador, se trata de una biopelícula próspera y densamente compacta, donde la capa exterior crea las condiciones anaeróbicas para aquellos microrganismos que las necesitan. El metabolismo del conjunto es diferente del que presenta cada especie en otros ambientes, actúan juntos y tienden a ser más resistentes a los antibióticos.
La manera de obtener imágenes diferenciadas por medio de la fluorescencia en un formato espectral multiplexado había sido desarrollada por Borisy y sus colaboradores hace varios años. El método se llama «etiquetado combinatorio e imagen espectral», pero la selección que deja ver marcada en colores es solo una pequeña fracción de más de 700 especies que habitan normalmente la cavidad bucal humana.
H/T – Repretel