La producción de las enigmáticas figuras saturaba el pobre suelo de la isla con minerales cruciales para la agricultura, señala un equipo de investigadores tras cinco años de excavaciones.
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La creación de casi 1.000 estatuas monolíticas moái en Rapa Nui (o Isla de Pascua), Chile, antes de la llegada de los europeos en el siglo XVIII aumentó la fertilidad del suelo en esta isla carente de buenos terrenos de cultivo, según un nuevo estudio recogido en un comunicado de la Universidad de California en Los Ángeles.
Este efecto se debe a la saturación de los suelos por los minerales a consecuencia de la trituración de la piedra, descubrió un equipo internacional de investigadores tras excavar durante cinco años la cantera de Rano Raraku, al este de la isla, de donde proceden el 95 % de los moái.
«Cuando obtuvimos los resultados de la química, miré dos veces. Había niveles realmente altos de cosas que nunca hubiera pensado que estarían allí, como calcio y fósforo, […] que son claves para el crecimiento de las plantas y esenciales para altos rendimientos», cita el comunicado a la geóloga Sarah Sherwood, que participó en el estudio.
«En cualquier otro lugar de la isla, el suelo se desgastaba rápidamente, se erosionaba, perdía elementos que alimentan a las plantas, pero en la cantera, con su constante flujo de pequeños fragmentos de lecho de roca generado por el proceso de extracción, hay un sistema perfecto de agua, fertilizantes naturales y nutrientes», explicó la investigadora.
Patrones de fertilidad
En cierto sentido, los hallazgos corroboran las creencias de los antiguos isleños de que los moái estimulaban la fertilidad de los cultivos agrícolas. Asimismo, permiten explicar por qué muchas estatuas se quedaron en Rano Raraku para siempre, comenta la directora de la excavación, la arqueóloga Joanne Van Tilburg.
«Ese estudio altera radicalmente la idea de que todas las estatuas en pie en Rano Raraku simplemente estaban esperando a ser transportadas fuera de la cantera. Es decir, estos y probablemente otros moái verticales en Rano Raraku fueron dejados en el sitio para asegurar la naturaleza sagrada de la propia cantera», asevera la científica, detallando que el lugar era además una importante área agrícola.
«Nuestra excavación amplía nuestra perspectiva de los moái y nos anima a darnos cuenta de que nada, por obvio que sea, es exactamente lo que parece. Creo que nuestro nuevo análisis humaniza el proceso de producción de los moái», concluye Van Tilburg.
El estudio completo fue publicado recientemente en la revista Journal of Archaeological Science.
H/T – Actualidad