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A través del telescopio Hubble se ve solo como un puntito de tres píxeles, pero es, en realidad, la estrella más lejana y antigua nunca observada.
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Astrónomos han descubierto la estrella más lejana hasta la fecha, una gigante supercaliente y superbrillante que se formó hace casi 13.000 millones de años en los albores del cosmos.
Pero esta luminosa estrella azul hace tiempo que desapareció, es tan masiva que es casi seguro que explotó en pedazos apenas unos millones de años después de su aparición. Su rápida desaparición hace aún más increíble el hecho de que un equipo internacional la haya descubierto gracias a las observaciones del telescopio espacial Hubble. La luz emitida por las estrellas lejanas tarda eones en llegar a nosotros.
«Estamos viendo la estrella tal y como era hace unos 12.800 millones de años, lo que la sitúa unos 900 millones de años después del Big Bang», dijo el astrónomo Brian Welch, estudiante de doctorado de la Universidad Johns Hopkins y autor principal del estudio que aparece en la revista Nature este miércoles (30.03.2022). «Definitivamente, hemos tenido suerte», agregó.
Earendel será «una ventana a una era del universo con la que no estamos familiarizados, pero que condujo a todo lo que conocemos. Es como si hubiéramos estado leyendo un libro interesante, pero comenzamos en el segundo capítulo y ahora tenemos la oportunidad de ver cómo empezó todo», dijo Welch, citado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español.
La estrella toma su nombre del poema El viaje de Earendel, la estrella vespertina, escrito en 1914 por J.R.R. Tolkien, autor de El señor de los anillos, y se encuentra en una galaxia que han llamado Sunrise Arc.
El equipo estima que tendría, al menos, 50 veces la masa del Sol y es mucho más brillante que este, pero habrá que esperar a que el recién lanzado telescopio James Webb esté totalmente operativo para determinar su masa, tamaño, temperatura, radio y establecer si es una estrella de primera o de segunda generación.
La anterior poseedora del récord, Ícaro, también una estrella supergigante azul observada por el Hubble, se formó hace 9.400 millones de años. Es decir, más de 4.000 millones de años después del Big Bang.
En ambos casos, los astrónomos utilizaron una técnica conocida como lente gravitacional para ampliar la minúscula luz de la estrella. La gravedad de los cúmulos de galaxias más cercanos a nosotros –en primer plano– sirve de lente para magnificar los objetos más pequeños del fondo. Si no fuera por eso, Ícaro y Earendel no habrían sido discernibles dadas sus enormes distancias.
Aunque el Hubble ha detectado galaxias a una distancia de entre 300 y 400 millones de años del Big Bang que formó el universo, sus estrellas individuales son imposibles de distinguir.
«En esos casos, estamos viendo la luz de millones de estrellas mezcladas», dijo Welch. «En ésta, está ampliada de modo que podemos ver sólo esta estrella».
Placco dijo que, basándose en los datos del Hubble, Earendel bien podría haber estado entre la primera generación de estrellas nacidas después del Big Bang. Las futuras observaciones del recién lanzado telescopio espacial James Webb deberían proporcionar más detalles, dijo, y «proporcionarnos otra pieza de este rompecabezas cósmico que es la evolución de nuestro universo».
Según Welch, la pequeña galaxia de Earendel, aún por madurar, no se parecía en nada a las bonitas galaxias espirales fotografiadas por el Hubble en otros lugares, sino que era «una especie de objeto torpe y grumoso». A diferencia de Earendel, dijo, esta galaxia probablemente ha sobrevivido, aunque en una forma diferente después de fusionarse con otras galaxias.
Earendel podría haber sido la estrella más destacada de un sistema de dos estrellas, o binario, o incluso de un sistema de tres o cuatro estrellas, dijo Welch. Hay una ligera posibilidad de que sea un agujero negro, aunque las observaciones recogidas en 2016 y 2019 sugieren lo contrario, señaló.
Independientemente de su compañía, Earendel duró apenas unos pocos millones de años antes de explotar como una supernova que pasó desapercibida como la mayoría, dijo Welch. La supernova más lejana observada por los astrónomos hasta la fecha se remonta a 12.000 millones de años.
H/T – Dw