El cráter tiene 2229 millones de años y está en Australia. Creen que el impacto del asteroide permitió ponerle fin a la última glaciación del planeta.
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Hace 2229 millones de años, la Tierra estaba cubierta de hielo y parecía una bola de nieve. Entonces, un asteroide de siete kilómetros de diámetro cayó sobre lo que hoy es Australia atravesando una capa de hielo de entre 2 y 5 kilómetros de grosor. El impacto levantó grandes cantidades de polvo que oscurecieron la superficie de aquel mundo congelado haciendo que atrapase mejor el calor del Sol. El choque vaporizó entre 87 y 5.000 billones de kilos de agua que provocaron un intenso efecto invernadero que ayudó a terminar con aquella intensa glaciación.
Esta es la hipótesis que defiende un equipo de científicos liderado por Timmons M. Erickson, investigador de la NASA, que acaba de publicar la datación del cráter Yarrabubba, en el oeste de Australia. La estructura, que tiene un diámetro de 70 kilómetros, se conocía desde hace décadas, pero no se había averiguado su edad con precisión. Ahora, la medición de la cantidad de distintos materiales radiactivos en las rocas que se formaron en el momento del impacto convirtió a ese cráter en el más antiguo conocido.
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Esto no significa que no cayesen grandes asteroides antes. En el cratón de Kaapvaal, en Sudáfrica, y el de Pilbara, en Australia, los dos únicos lugares del mundo donde se conserva la corteza terrestre de hace entre 2500 y 3600 años, se encontraron restos de este tipo de impactos, pero no se encontraron los cráteres correspondientes. La Tierra es un planeta vivo que a través de la erosión y de la tectónica de placas va borrando sus cicatrices.
En un sistema solar aún en formación, en el que muchas rocas sueltas aún no habían encontrado su lugar, los choques de dimensiones cataclísmicas debieron ser más frecuentes que en los últimos millones de años. Los autores del trabajo, que se publica en la revista Nature Communications, se plantean si los cráteres más antiguos desaparecieron ya o sus vestigios se pueden descubrir si se mira con atención. “Yarrabubba tiene la mitad de la edad de la Tierra y nos deja la pregunta de si todos los cráteres más antiguos se erosionaron o están por ahí esperando a ser descubiertos”, afirma Aaron Cavosie, investigador de la Universidad Curtin y coautor del estudio.
La búsqueda de nuevos cráteres y de su correcta datación es muy importante para la reconstrucción de la historia planetaria y de su influencia en la evolución de la vida sobre la Tierra. La vida ya contaba con mil años de existencia cuando ocurrió el suceso de Yarrabubba, pero en ese momento comenzaban a desarrollarse los organismos fotosintéticos, unos seres que aprovechaban mejor la inmensa energía del Sol para vivir y reproducirse. Los niveles de oxígeno, que permitieron la aparición de los animales, se estaban incrementando. Se sabe que la llegada de asteroides tuvo una influencia importante en algunos de los grandes cambios en la atmósfera, los océanos o los seres vivos, pero solo uno de esos impactos, el que dejó un cráter de 180 kilómetros de diámetro en la península de Yucatán y acabó con los dinosaurios, está bien estudiado.
Pero ni siquiera el consenso sobre los efectos de aquel asteroide es completo. Cuando se analiza algo ocurrido hace decenas de millones de años, o miles de millones, como en el caso de Yarrabubba, hay que soportar cierto grado de incertidumbre. El año pasado, durante una conferencia en la que los autores del artículo publicado en Nature Communications presentaron sus resultados preliminares, varios científicos mostraron su escepticismo sobre la posibilidad de que un asteroide que dejó un cráter de solo 70 kilómetros de diámetro provocase un cambio climático suficiente para terminar con la mayor glaciación de la historia terrestre.
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Erickson reconoce que no conocen con exactitud “las condiciones climáticas exactas en la época del impacto de Yarrabubba, aunque hay pruebas de que entonces había glaciares”. “Si el clima estaba en un estado de bola de nieve, un impacto del tamaño de Yarrabubba pudo no ser suficiente para inclinarlo hacia un clima más cálido. Sin embargo, si estaba en una etapa de transición de frío a cálido, Yarrabubba pudo haber acelerado esa transición. La cuestión que se debe probar ahora es cuánto tiempo puede permanecer en una atmósfera fría el vapor de agua y si ese tiempo es suficiente para calentar el clima”, explica el investigador de la NASA.
Aunque “al tratarse de una investigación en curso” no puede especificar cuáles, Erickson ya está buscando y analizando otras huellas de choques catastróficos que pudieron cambiar la historia de la vida en la Tierra mucho antes de la aparición de los primeros organismos visibles.
H/T – tn