Júpiter y Venus han estado alterando la órbita de la Tierra por al menos 215 millones de años, de acuerdo afirma un nuevo estudio publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias.
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Los científicos parecen haber confirmado la antigua hipótesis de que la órbita de la Tierra está deformada por la atracción gravitacional de Júpiter y Venus en un ciclo que se repite cada 405.000 años.
«Es un resultado sorprendente porque este largo ciclo, que se había predicho a partir de movimientos planetarios hace unos 50 millones de años, ha sido confirmado hace al menos 215 millones de años. Los científicos pueden ahora vincular los cambios en el clima, el medio ambiente, los dinosaurios, los mamíferos y los fósiles de todo el mundo a este ciclo de 405.000 años de una manera muy precisa», explica Dennis V Kent, del Departamento de Ciencias Planetarias y Tierra de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey (EE. UU) y coautor del estudio.
Para llegar a estas conclusiones, los autores extrajeron rocas en Arizona y otras muestras procedentes de Nueva York y Nueva Jersey. En Arizona analizaron rocas formadas en el Triásico tardío, hace 209 a 215 millones de años, del Parque Nacional del Bosque Petrificado en Arizona (detritus volcánicos incluyendo zircones) y núcleos profundos de los suburbios de Nueva York y Nueva Jersey.
Los resultados mostraron que el ciclo de 405,000 años es el patrón astronómico más regular relacionado con el giro anual de la Tierra alrededor del sol.
Cada 405.000 años, los tirones gravitacionales de Júpiter y Venus ligeramente alargan la órbita de la Tierra, un patrón asombrosamente constante que ha influido en el clima de nuestro planeta durante al menos 215 millones de años.
Los científicos vincularon las inversiones en el campo magnético de la Tierra, cuando las brújulas apuntan al sur en lugar de al norte y viceversa, a los sedimentos con y sin circonitas (minerales con uranio que permiten la datación radiactiva), así como a los ciclos climáticos.
Los científicos vincularon las inversiones en el campo magnético de la Tierra, cuando las brújulas apuntan al sur en lugar de al norte y viceversa, a los sedimentos con y sin circonitas (minerales con uranio que permiten la datación radiactiva), así como a los ciclos climáticos.
«Los ciclos climáticos están directamente relacionados con la forma en que la Tierra orbita al sol y las ligeras variaciones en la luz solar que llegan a la Tierra provocan cambios climáticos y ecológicos», comentó Kent. «La órbita de la Tierra cambia de ser casi circular a aproximadamente un 5% más alargada especialmente cada 405.000 años».
Lo cierto es que todos estos ciclos influyen en el clima. Determinan cuánta luz solar incide sobre cada hemisferio, algo crucial, ya que el norte y el sur no poseen la misma superficie de tierra firme ni de océano y, por tanto, no se enfrentan de la misma forma a los cambios en la cantidad de radiación solar que les llega.
Al confirmar que este ciclo estable de 405,000 años, similar a un metrónomo, data de un tiempo anterior al reino de los dinosaurios, los hallazgos tienen implicaciones en innumerables campos de investigación, afectando potencialmente la interpretación de fósiles y la evolución de las formas de vida.
Es posible que promuevan tanto un calentamiento como un enfriamiento del planeta.
Así las cosas, parece ser que los problemas climáticos actuales de nuestro planeta se deben a algo más que a la actividad humana, señalan los autores, ya que el ritmo multimilenario de los efectos de este ciclo no es algo que pudiéramos notar a corto plazo en nuestra vida.
«Está muy abajo en la lista de tantas otras cosas que pueden afectar el clima en escalas de tiempo que nos importan. Todo el CO2 que vertimos en el aire en este momento es la gran causa obvia. Eso está teniendo un efecto que podemos medir en este momento. El ciclo planetario es un poco más sutil», sentencia Kent.
H/T – Diariouno