Problemas como ojo seco y fatiga ocular son cada vez más frecuentes en la consulta a consecuencia de la exposición a pantallas. Además, se estima que el aumento de casos de miopía también estaría asociado
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Junto a la televisión, computadores y celulares ya forman parte de la dinámica diaria de los niños. El problema es que a medida que pasan más tiempo frente a estas pantallas, los efectos sobre la salud infantil también aumentan: está demostrado que favorece el sedentarismo y la obesidad, además de interferir con su desarrollo emocional y cognitivo, entre otros aspectos.
Y los ojos no son inmunes: el riesgo por el potencial daño a la salud visual ya es un fenómeno que los especialistas advierten con mayor frecuencia en la consulta. Así ocurre con problemas como dolor de cabeza, visión borrosa transitoria, ojos secos (las personas pestañean con menos frecuencia frente a una pantalla, lo que afecta su lubricación y los irrita) y fatiga ocular.
Esta semana, la Academia Americana de Oftalmología publicó un informe en el que alerta de esta situación y llama a los padres a estar atentos al uso que sus hijos hacen de dispositivos electrónicos, sobre todo porque se desconoce cuál es su impacto a largo plazo en la visión.
De hecho, aunque no existen estudios concluyentes, se estima que la masificación de las pantallas ha contribuido al aumento a nivel mundial de la miopía, al punto que ya se habla de una epidemia, como precisa la doctora Paulina Riquelme, oftalmóloga de la Clínica U. de los Andes. «Estar expuesto a una visión cercana de objetos, como una pantalla, estimula el crecimiento del ojo de manera axial, esto es hacia atrás, lo que favorece el desarrollo de miopía», explica.
Desde 1971, la incidencia de la miopía en Estados Unidos en población general casi se duplicó, llegando hoy al 42%. En Asia, alrededor del 90% de los adolescentes y adultos son miopes. Claramente, algo está pasando, dicen los expertos.
En un estudio publicado el martes en la revista Ophthalmology, investigadores de la U. Nacional de Taiwán evaluaron a casi 2,000 niños taiwaneses de 7 a 12 años, y examinaron la asociación entre las actividades visuales cercanas y la miopía durante un período de seguimiento de 4 años.
Según el profesor Yung Liao, autor del trabajo, los hallazgos sugieren que actividades como leer un libro también pueden afectar la visión, pero que el daño es más evidente cuando se trata de dispositivos con pantallas electrónicas. «Al mirar las pantallas, se tiende a parpadear menos y es posible que no se tomen suficientes descansos para mirar hacia otro lado. La lectura prolongada, la escritura u otro trabajo intensivo de cerca también pueden provocar tensiones similares en los ojos».
La recomendación entonces apunta a tomar descansos más frecuentes y, sobre todo, a evitar que niños usen dispositivos electrónicos. «Tanto la Academia Americana de Oftalmología como la de Pediatría sugieren que los niños menores de dos años no se expongan nunca a una pantalla», dice la doctora Riquelme. Entre los 5 y los 12 años, el tiempo de exposición puede ir aumentando de 60 a 90 minutos diarios, pero no debería sobrepasar las dos horas diarias en la adolescencia.
Asimismo, los oftalmólogos recomiendan tomar un descanso de 20 segundos por cada 20 minutos frente a una pantalla. Un consejo que corre para toda la población.
«Prefiero enseñar a los niños mejores hábitos, en lugar de proporcionarles lentes de lectura (como sugieren algunos) para que puedan consumir aún más medios», dice el doctor David Epley, de la Academia Americana de Oftalmología. «Si corres demasiado y tus piernas comienzan a doler, te paras. Del mismo modo, si has estado mirando videos demasiado tiempo, y tus ojos comienzan a doler, deberías parar».
Al aire libre
Además de reducir la exposición a pantallas, los expertos recomiendan pasar más tiempo al aire libre, especialmente en la primera infancia, ya que eso puede retrasar la progresión de la miopía. Además del beneficio de la luz natural, «para el desarrollo visual es muy importante ver de lejos, ayuda a enfocar mejor», dice la doctora Paulina Riquelme. La experta también recuerda que, aunque no existan síntomas, todos los niños deberían ser evaluados por un oftalmólogo a los cuatro y a los siete años.
H/T – Pordentro