No todos los tramos de la Gran Muralla China fueron construidos para defenderse de las belicosas tribus nómadas que habitaban la estepa euroasiática, estima un grupo de investigadores mongoles e israelíes que examinó y llevó a cabo excavaciones en el tramo norte de esa enorme estructura.
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Los 737 kilómetros de la muralla que se extienden desde la frontera chino-rusa hasta el noreste de Mongolia es uno de sus segmentos menos estudiados. El trabajo de investigación, llevado a cabo en los últimos dos años, no solo se enfocó en aspectos arqueológicos, sino también exploró la geografía de la zona y mapeó el muro, según recoge un artículo publicado esta semana en la revista Antiquity.
La denominada ‘línea norte’ corresponde a la extensión máxima de imperios medievales y no del antiguo imperio chino que inició su construcción. Básicamente, los estudiosos se plantearon la pregunta «quién la construyó y por qué», comentó en declaraciones al periódico The Jerusalem Post el arqueólogo Gideon Shelach-Lavi, de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Tradicionalmente, este tramo se atribuye a las dinastías de origen nómada Liao y Jin, las cuales gobernaron sobre los territorios cercanos a Pekín y partes de las actuales Mongolia y Manchuria y otras zonas más al norte. El equipo concluyó que fue levantado por la dinastía Liao del imperio Khitán, que existió entre los siglos X y XII y cayó bajo el empuje de otro grupo de tribus nómadas un siglo antes de la gran expansión mongola.
Sin embargo, los arqueólogos opinan que no fue un conflicto entre tribus lo que originó la construcción del muro. Sus dimensiones y las numerosas estructuras auxiliares que lo acompañan sugieren cuál era en realidad su verdadera función.
Muro de control migratorio
«Probablemente la barrera tenía alrededor de dos metros de altura», especificó Shelach-Lavi, agregando que su equipo encontró «docenas de estructuras conectadas» aún más bajas, lo cual hacía al sistema poco adecuado para fines defensivos. A cambio, los expertos creen que podía servir para controlar «los desplazamientos de personas y ganado, posiblemente para gravarlos o evitar que viajaran a otras áreas».
Este tipo de control tendría sentido, dado de que en esa época se produjeron unas condiciones climáticas desfavorables para las poblaciones de la cuenca del río Amur. Los inviernos muy fríos y las sequías obligaron a los grupos nómadas de la región a emigrar al sur en busca de recursos.
Además, la escasa presencia de cerámica y de objetos metálicos indica que la estructura estuvo en uso durante un lapso muy limitado, en torno a 20 años, mientras que su construcción había durado de 2 a 5 años. Según el investigador israelí, el proceso de construcción habría durado tan poco gracias a que se pudieron desplegar hasta 200.000 personas en el área para erigirlo.
H/T – RT