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Un asteroide habría ayudado a que se forme «una sopa primordial», un cráter, en la luna de Saturno, según el modelo creado por los investigadores.
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La mayor luna de Saturno, Titán, ha intrigado por mucho tiempo a los científicos que buscan vida en nuestro sistema solar. Un nuevo estudio considera posible que el cráter más grande del planeta haya experimentado las condiciones necesarias para el inicio de la vida, según anunciaron esta semana sus autores en la Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria.
La superficie del satélite natural está cubierta de hidrocarburos orgánicos y se cree que hay un océano a unos 100 kilómetros por debajo de su corteza helada. Los investigadores sugieren que un asteroide o un cometa posiblemente se estrelló contra la luna mezclando estos dos ingredientes, lo que pudo haber producido «una sopa primordial necesaria para desarrollar la vida», explica el geólogo planetario Álvaro Penteado Crósta.
Para averiguarlo, el equipo modeló el impacto del cráter más grande de la luna, Menrva, formado hace unos 1.000 millones de años. El modelo sugirió que el cráter de 425 kilómetros de ancho, fue el resultado de una roca espacial de 34 kilómetros que golpeó la superficie a unos siete kilómetros por segundo.
Según los datos, el calor del impacto habría derretido el hielo creando un lago en el cráter, que se mantuvo durante un millón de años antes de volver a congelarse por las bajas temperaturas de Titán. Los expertos consideran que este pudo haber sido tiempo suficiente para que los microbios evolucionaran, aprovechando el agua líquida, las moléculas orgánicas y el calor del impacto. «Eso es bastante bueno para las bacterias», aseguran.
Aunque la investigación del equipo se centró en Menrva, los científicos creen posible que impactos más pequeños fueron suficientes para romper la capa de hielo en otros cráteres de la luna. Incluso un orificio mucho más joven llamado Selk tiene posibilidades de «tener algún tipo de bacteria fosilizada preservada en el hielo», comenta Penteado Crósta.
Sin embargo, otros investigadores como Elizabeth Turtle, responsable de la misión Dragonfly en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, sostiene que todavía «no hay pruebas sólidas» que sugieran este escenario. Aun así, la sonda que volará a Titán podría pronto recopilar información que ayude a apoyar la teoría planteada.
H/T – RT