Hace poco, un grupo de especialistas creó una máquina de la muerte con la que te puedes quitar la vida en tan solo cinco minutos, y se llama The Sarco.
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Quitarse la vida continúa siendo tabú en la mayor parte de los países del planeta. Sólo un puñado reducido de países (Canadá, Colombia, Países Bajos, Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Japón) contemplan en su legislación la eutanasia activa como vía legal. Como forma de abandonar este mundo sin cortapisas, sin que medie una enfermedad terminal o una discapacidad de sufrimiento insoportable.
De ahí que el, err, desarrollo tecnológico de la eutanasia haya quedado constreñido a un puñado de rincones. Países Bajos es el más destacado, en gran medida porque allí reside y trabaja Philip Nitschke, doctor australiano conocido popularmente como «el gurú de la eutanasia» o, de forma más prosaica, «el Doctor Muerte» (sí, al igual que Mengele). Nitschke fue el primer doctor en practicar la eutanasia en Países Bajos tras su legalización en 2001, y desde entonces es una suerte de «Elon Musk del suicidio asistido».
La comparación no es baladí. A los muchos libros y artículos escritos sobre «el derecho a la muerte», o lo que es lo mismo, el derecho a matarse a uno mismo amparado por la ley, Nitschke ha sumado una nueva y sorprendente creación: The Sarco. Un sarcófago futurista imprimible en 3D que facilita una muerte indolora y pacífica a todo aquel humano que lo desee. Se entra en la cápsula, se activa el protocolo, se inhala el nitrógeno y en cinco minutos se ha terminado con la existencia propia. El sueño 4.0 de Kierkegaard.
Según Nitschke, cuya residencia en Países Bajos obedece a los firmes pilares sobre los que se asienta su campo de estudio y divulgación, la máquina estará disponible a partir de 2018. Tan sorprendente hito tecnológico lo firma Exit International, la empresa/fundación que ampara la actividad, cómo decirlo, filantrópica de Nitschke. El doctor australiano lleva media vida tratando de asegurar que todo aquel que desee quitarse la vida pueda hacerlo con seguridad y sin violencia. The Sarco es su última muesca en el revolver.
¿Cómo funciona? Como él mismo explica, de forma simple. La máquina es un sueño torcido de la ciencia ficción, una cápsula autónoma imprimible en 3D en la que el comprador se sienta y se quita la vida. Lo hace accionando una pequeña dosis de nitrógeno que al cabo de un minuto le deja inconsciente, y al cabo de cinco, le ahorra el resto de su existencia. Sólo funciona desde dentro (no puedes matar a nadie) y tiene dos botones de emergencia (en caso de que alguien se arrepienta en pleno proceso).
No es la primera vez que Nitschke, quizá la figura más prominente y polémica de la eutanasia médica, crea una máquina para asegurar una muerte rápida, indolora y sencilla. En 1997 lanzó The Deliverance, un simple ordenador portátil que accionaba una dosis letal de barbitúricos una vez el paciente había confirmado su deseo de perder la vida. Poco a poco, su camino profesional le ha llevado a The Sarco. Tu propio y voluntario sarcófado.
Los problemas morales de una literal máquina de la muerte son muy variados. El principal es inherente a la eutanasia. ¿Existe un derecho a quitarse la vida? Gran parte de las cortapisas de los estados a la eutanasia libre, sin condicionantes de enfermedad o discapacidad, se basa en los mismos principios por los que se combate el suicidio: la vida tiene un valor intrínseco en sí mismo. Pocas personas en sus cabales, o en su plenitud física y psiquiátrica, desean perderla.
Para Nitschke esto es un error de enfoque. Como él mismo argumenta en esta entrevista a Vice: «El argumento más común es que no existe tal cosa como un suicidio racional, y que el deseo de la muerte es, por definición, el resultado de una enfermedad psiquiátrica. Yo lo rechazo. El deseo de morir de alguien no debe ser tratado per se. Otra objeción es que la vida es un regalo. Mi contrargumento es: si la vida es un regalo, tienes permitido entregarlo. De otro modo, ¿no es una carga antes que un regalo?».
Aún aceptando su punto de vista, la cápsula de la muerte plantea otros problemas. Exit International requiere que sus clientes tengan más de 50 años. Para el doctor australiano es una barrera arbitraria, pero obligada por el fuerte rechazo que sus ideas generaron en Estados Unidos en 2011 (ante la posibilidad de que fomentara ideas suicidas entre los más jóvenes).
¿Y qué hay de los clientes que sí tengan un estadio clínico severo? Por ejemplo, las personas que atraviesen una grave depresión cuya cura, como sabemos, es factible. ¿También podrían acceder a The Sarco? Según Nitschke, sí. Aquí está el principal punto de conflicto de la cápsula: hay una suerte de test previo que tiene por objeto determinar si el comprador es mentalmente sano o no. Una persona depresiva, según Nitschke, puede pasarlo o no. Para él (y para Exit International) no es un criterio excluyente.
Según su perspectiva, el test lo realizará una Inteligencia Artificial futura que perfeccionará la criba y que permitirá discernir de forma fidedigna entre quienes quieren acabar con su vida, convencidos de ello, y quienes se lo plantean por culpa de enfermedades mentales reversibles o que pueden distorsionar su juicio y voluntad. Sea como fuere, el quién, el acceso a la muerte administrada de forma autónoma, es el quid de la cuestión: ¿todas las personas del mundo deberían poder entrar libremente en The Sarco y decidir marcharse de este mundo?
Para Nitschke es una cuestión de derechos individuales: las personas deberían ser capaces de elegir en libertad qué quieren hacer con su vida. Incluso si eso implica arrancársela. Y de hacerlo de forma segura, no violenta y efectiva, sin dolor, rápida. A día de hoy esto es complicado: la mayor parte de los suicidios son arriesgados, pueden salir mal y provocar secuelas de por vida e incluyen una alta dosis de violencia incluso en el menos lesivo de los casos. The Sarco es todo lo contrario: una despedida tranquila, con vistas a tu paisaje favorito (tiene ventanas).
Según Exit International, la máquina no tiene muchos problemas de producción. Las autoridades de Países Bajos ya le han informado de que no hay restricciones legales. Otra cuestión es que se pueda vender a terceros países donde la legislación de la eutanasia esté mucho más limitada. Allí no llegará The Sarco, un hito tecnológico y un controvertido producto moral del futuro al que nos encaminamos.
H/T – Magnet