Esta fibra, la paja de arroz, hasta ahora se desechaba y quemaba, causando contaminación por emisiones de dióxido de carbono (CO2).
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Hace 3 años y medio, el ingeniero en materiales Nicolas Salmon y la arquitecta Grace Yépez abrieron en Quito, Ecuador, su emprendimiento Yes Innovation, una oficina de arquitectura dedicada a obras y consultorías en temas ambientales para la construcción.
Al comenzar sus actividades, con un enfoque de sostenibilidad en el sector, les sorprendió que en Ecuador faltaban productos ecológicos, en especial para el «aislamiento», es decir materiales que se usan con propósitos térmicos y acústicos en las paredes.
Salmon dice que en el país solo se encuentran aislantes de lana de vidrio o poliestireno. «Los dos vienen de afuera (son importados), son contaminantes en sus complejos para realizarlos y con mucho consumo energético, y ambos no se reciclan».
Encontraron esta realidad, pese a que en Ecuador «están los recursos, hay un montón de fibras interesantes para realizar estos biomateriales», dice el ingeniero; por ello, comenzaron a analizar las fibras naturales que encontraron, «su disponibilidad, calidad, acolchamiento».
Encontrar el recurso
«Rápidamente nos interesamos en la fibra de arroz, por ser un material emblemático de la agricultura ecuatoriana, es un recurso muy disponible y, además, tiene esa problemática que no es buen nutriente, no es bueno para la tierra, no se puede hacer un buen abono con esto, no es bueno para el ganado», explica Salmon.
Comentó que, en la práctica, tanto en Ecuador como en otras partes del mundo, una vez que se realiza la cosecha, la paja de arroz se deja en el campo y semanas después, cuando está seca, se quema. «Eso es responsable de emisiones de CO2 [dióxido de carbono]», enfatiza; por lo tanto, considera que «es en 100 % un problema para los mismos agricultores, para los vecinos cuando se realiza la quema, para el ambiente, para la sociedad».
«Nos propusimos desarrollar esta fibra para aislamiento, para utilizar en el sector de la construcción, utilizando la materia ecuatoriana y para darle un uso que sirve a la eficiencia energética», dijo el entrevistado, y explicó que tomaron en cuenta que se trataba de un material con «las propiedades necesarias para un buen aislante».
En noviembre del año pasado sacaron a la luz el proyecto, al que le dieron el nombre de BIOM, relacionado con el uso de biomateriales. La iniciativa fue presentada en el Reto de Emprendimiento Urbano 2018, organizado por el ‘coworking’ local IMPAQTO, con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), donde resultó ganadora.
Aprovechamiento de la paja de arroz
La paja de arroz que Salmon y Yépez utilizan para sus paneles de aislamiento las consiguen en Daule, la capital arrocera de Ecuador, en la provincia costera de Guayas. Con ello, buscan generar una remuneración extra a los productores agrícolas de la zona que hasta ahora solo venden el grano.
Una vez que está seca, «la paja se trabaja un poco para que se abran las fibras, mediante un proceso mecánico», dice Salmon, y explica que en ese punto se puede tener una primera oportunidad de uso, para incorporar al interior de las paredes o encima de los cielorrasos; «es un primer uso que es bastante económico, porque entre estas dos etapas hay muy poco tratamiento».
¿Cómo funciona el panel con biomateriales?
Yépez explica que a este panel «se le pone gypsum (compactación de yeso) de los dos lados y prácticamente es como una pared de 15 centímetros» con aislante, con que el «se gana a nivel de confort, sea frío, calor o el tema de la acústica».
Explica, por ejemplo, que «ganar frío» significa que «en un lugar muy caliente, en vez de tener la climatización todo el día, la van a tener por tiempos, porque el aire frío no se va a ir por las paredes». Mientras, en lugares fríos, «el calor no se va a ir; entonces ya no se necesitaría tener estos radiadores que consumen mucho y que también es un problema».
En cuanto a la acústica, en ausencia de aislante o cuando este es muy fino, «el sonido rebota y se expande, entonces es más ruidoso»; pero en este caso, que es un panel como acolchonado y compacto, «las ondas entran, se deforman y se absorben», precisa Yépez.
Otras de las ventajas, dice la entrevistada, es que se adapta a las exigencias de sismorresistencia de la Norma Ecuatoriana de la Construcción (NEC), al tratarse de un material liviano; y, además, no hace ningún daño en la salud de los obreros, como ocurre con la lana de vidrio, «que puede generar alguna complicación a nivel de las vías respiratorias».
Humedad, hongos y fuego
A ello se suma que la paja de arroz, «como todas las fibras naturales, tienen un comportamiento positivo ante la humedad, la reciben y la evacúan fácilmente, lo que la lana de vidrio no soporta». También, este biomaterial tiene «resistencia a los hongos y a los animalitos, porque es una fibra que tiene un montón de silicio, es muy dura, entonces no es muy agradable para los pequeños ratones o para los hongos».
Aunado a ello, «la compactación hace que no se prenda rápidamente con el fuego. Es como la madera, que se demora mucho en quemarse».
A diferencia de la lana de vidrio y el poliestireno, que no se pueden volver a usar en caso de una remodelación o demolición; estos paneles de paja de arroz se pueden reciclar.
Asociaciones y galardones
Los creadores de BIOM se han asociado con otras organizaciones, como la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas (CESA), que se enfocan en el sector agrícola y están instalados en Daule.
«Nosotros somos arquitectos, constructores y conocemos bien el uso de estos materiales, pero del cultivo del arroz no conocemos nada, entonces de ahí viene esa alianza», dice Salmon.
También, se asociaron con la francesa FBT Isolation, que hace paneles similares para su uso como aislamiento en la construcción. «Entonces, trabajamos con ellos para la parte de desarrollo industrial», agrega el ingeniero.
Además del galardón obtenido en IMPAQTO, los creadores de BIOM ocuparon el puesto 21 entre los 500 mejores de los Premios Latinoamérica Verde 2019 y, aparte, la Fundación Roi Baudouin de Bélgica aceptó apoyar el proyecto y les financiará buena parte del desarrollo. También, ganaron la distinción medioambiental del municipio de Quito el año pasado.
Yépez y Salmon no descartan, a futuro, usar otras fibras naturales de Ecuador, considerado uno de los países más biodiversos del mundo, para desarrollar otras opciones de biomateriales para la construcción.
H/T – Actualidad